viernes, 13 de diciembre de 2013

DIMES Y DIRETES

Mirame, porque a vos te hablo. Mirame a los ojos y no me bajes la mirada que es una falta de respeto. Me conocés bien, desde hace años... Incluso me conocés desde antes de conocerme. Tengo muchos defectos, si. Como vos. Como todos... ¿y? ¿Hay algo que te impida amarme? ¿Hay algo que te impida recordar no solo lo malo que hice delante tuyo? Mucho es el camino que nos falta recorrer. A vos, a mí, a todos. Muchas van a ser las cosas buenas y muchas también van a ser las malas que nos toquen vivir. ¿Y? ¿Con eso qué? Mil y un cigarrillos de todos los rellenos que te puedas imaginar. Miles y un vasos de otros tantos. Miles y un millón de malos tragos líquidos, sólidos y gaseosos... Y de estado indefinido ni te cuento, ni te quiero contar. Quiero que vivas, quiero que sientas y que aprendas. Que aprendas de mis errores, si, pero también de mis aciertos. Que me putees en la cara, que me escupas si es necesario, pero también que me beses y me des la mano. Que me prestes tu hombro y cuentes con el mío. Y que me mires, que levantes la mirada. Porque uno es uno con la frente en alto. Uno puede ser dos también, puede ser tres, puede ser miles, como las cosas que nos tocan vivir. Las elecciones son muchas, los caminos se bifurcan, se tuercen, se retuercen y se vuelven a enderezar. Las situaciones, contextos y circunstancias cambian, las formas de ver las cosas también, hasta las personas cambian. A veces para bien, a veces no tanto... Pero quiero que sepas (y te repito que me mires, mocosa) que cada uno es lo que es por su propia voz. No hay mejor consuelo para el tonto como yo, que saber que lo que se escribe es lo que se siente. Y si me equivoco... ¿que más da? Nadie dijo que soy perfecta. Te amo, pero mirame a los ojos cuando te hablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario